El olayo es probablemente el tiburón demersal más abundante de la zona media y alta del talud continental. Suele encontrársele entre los 200 y los 500 m de profundidad, y aunque por su aspecto se diría que es una pintarroja (Scyliorhinus canicula) como cualquier otra, en realidad puede decirse que ocupa un nicho intermedio —o, si se quiere, de transición— entre esta especie propia de aguas someras y aquellas otras más características del mar profundo como la pailona. De hecho, en determinadas áreas, su rango batimétrico se solapa, por arriba y por abajo, con el de ambas. Recientemente se ha incluido a estas y otras especies similares en una nueva familia, Pentanchidae, caracterizadas por la ausencia de cresta supraorbital en el condrocráneo, a diferencia de las pintarrojas propiamente dichas (familia Scyliorhinidae) que si la tienen. No obstante, la tendencia mayoritaria sigue siendo la tradicional, es decir, su inclusión dentro de la gran familia Scyliorhinidae.

Parece evidente que la vistosa librea del olayo está diseñada para cumplir una función de camuflaje en un entorno alumbrado, siquiera mínimamente, por la luz solar (las especies propias de aguas profundas suelen presentar libreas sin ningún tipo de dibujo o patrón). Al menos en ciertas etapas de su vida, en esta franja de entre 200-300 m aproximadamente, el olayo comparte territorio con la pintarroja, cuyo rango batimétrico llega hasta los 110 m y, excepcionalmente, los 400 m. Pero compartir territorio significa competir. Un excelente trabajo llevado a cabo a lo largo de la costa cantábrica, desde el norte de Galicia hasta el País Vasco, encontró que la dieta de estos dos tiburones era muy similar. A medida que van creciendo, la pintarroja se desplaza hacia la costa y el olayo, en dirección contraria, hacia aguas más profundas. Esta especialización espacial lleva pareja una especialización sensorial: la pintarroja depende del sentido del olfato, más desarrollado que el del olayo, para detectar presas fundamentalmente bentónicas, mientras que éste, por su parte, cuenta con unos ojos más avanzados que le permiten la caza en la columna de agua.
Curiosamente, es el espectacular desarrollo del sentido de la vista el que también ha facilitado a la pailona la especialización en presas de aguas más profundas, al menos en el Mediterráneo, como forma de evitar la competencia con el olayo.